La literatura infantil colombiana no es simplemente un apéndice menor de la producción literaria nacional, ni una herramienta exclusivamente escolar diseñada para “enseñar lecciones”. Es, por el contrario, un espejo fundamental de nuestra identidad. Es un universo estético autónomo, vibrante y complejo que ha servido para narrar el país desde la mirada asombrada, crítica y tierna de la infancia.
Colombia se ha consolidado como una potencia editorial y creativa en Latinoamérica. Desde la musicalidad decimonónica de Pombo hasta la crudeza poética de las novelas juveniles contemporáneas, nuestras historias han cruzado fronteras. En esta guía exhaustiva, exploraremos los orígenes, la evolución histórica, los grandes maestros y las tendencias actuales de un género que construye ciudadanía y sensibilidad.

Qué es la literatura infantil colombiana
La literatura infantil colombiana (LIC) se define como el conjunto de obras literarias (cuentos, novelas, poesías, teatro y libros-álbum) escritas por autores colombianos o residentes en el país, dirigidas explícitamente a un público lector en formación (niños y jóvenes), o que este público ha adoptado como propias.
Sin embargo, más allá de esta definición técnica, la LIC es un sistema estético y cultural. A diferencia del material puramente didáctico, estas obras priorizan la función poética del lenguaje y la calidad artística de la imagen. No buscan “domesticar” al niño, sino dialogar con él, reconociéndolo como un sujeto social capaz de interpretar realidades complejas, desde la biodiversidad de nuestra selva hasta los conflictos de nuestras ciudades, a través de la metáfora y la imaginación.
Orígenes: De la Tradición Oral a la Página Escrita
Para entender la riqueza de la literatura infantil en Colombia, debemos mirar atrás, mucho antes de la llegada de la imprenta. El sustrato de nuestras narraciones reside en la voz viva de nuestros ancestros.
La Raíz Ancestral: Literatura Indígena y Afrocolombiana
Antes de que existiera el concepto occidental de “infancia”, las comunidades originarias ya poseían un acervo narrativo monumental. Mitos cosmogónicos como la leyenda del Yuruparí en el Vaupés, o las historias de la tradición Wayúu en la Guajira, no eran “cuentos para niños” en el sentido moderno, pero funcionaban como relatos pedagógicos que explicaban el origen del mundo, los animales y las leyes de la naturaleza.
Paralelamente, la tradición oral afrocolombiana en el Pacífico y el Caribe aportó una riqueza rítmica inigualable. Los arrullos, los alabados y los cuentos de Ananse (la araña embaucadora de origen africano) sentaron las bases de una literatura que se oye antes de leerse. Esta oralidad sembró en el imaginario colombiano la presencia de animales humanizados y la convivencia natural con lo mágico.
El Siglo XIX y principios del XX: La hegemonía pedagógica
Durante el siglo XIX y gran parte de la primera mitad del XX, la producción de textos para niños en Colombia estuvo fuertemente supeditada a la moral católica y la instrucción cívica. El niño era visto como un “adulto en potencia” que debía ser corregido y educado.
Salvo la brillante excepción de Rafael Pombo (a quien analizaremos más adelante), la mayoría de los textos eran cartillas escolares, manuales de urbanidad y fábulas con moralejas explícitas destinadas a enseñar obediencia. La estética estaba subordinada a la pedagogía; lo importante no era disfrutar la lectura, sino aprender la lección.

Evolución y Consolidación: La Literatura Infantil Colombiana en la segunda mitad del Siglo XX
Si la primera mitad del siglo fue tímida, la segunda mitad marcó la verdadera profesionalización del campo. Es aquí donde se traza la línea divisoria entre los textos escolares y la verdadera literatura.
El giro de los años 70 y 80
A partir de la década de 1970, influenciados por corrientes internacionales y por un cambio en la percepción de la infancia (el niño como sujeto de derechos y deseos), surgieron autores que empezaron a escribir desde la autonomía estética.
Se abandonó progresivamente el tono paternalista. Autores como Jairo Aníbal Niño, Leopoldo Berdella de la Espriella y Euclides Jaramillo comenzaron a publicar obras donde la imaginación y el juego del lenguaje eran los protagonistas. Fue una época de efervescencia donde la literatura comenzó a entrar en las escuelas no como tarea, sino como goce.
El papel de las Editoriales y los Premios
Este “boom” no hubiera sido posible sin un ecosistema editorial que lo respaldara. Tres factores fueron decisivos en esta etapa histórica:
- El Premio Enka de Literatura Infantil: Fundado en 1977, este galardón se convirtió en el semillero más importante de escritores. Ganarlo significaba la consagración. Autores fundamentales como Celso Román, Triunfo Arciniegas y Gloria Cecilia Díaz fueron descubiertos gracias a este premio.
- La labor editorial: Figuras como Carlos Nicolás Hernández y, posteriormente, la creación de la colección Torre de Papel de Editorial Norma, industrializaron el género. Por primera vez, los libros infantiles colombianos tenían distribución masiva, tapas a color y ediciones profesionales.
- El nacimiento de Fundalectura: Creada en 1990 como sección nacional del IBBY (International Board on Books for Young People), esta institución ha sido vital para la promoción de la lectura, la evaluación de la calidad de las obras y la proyección internacional de nuestros autores.
Los Grandes Maestros de la Literatura Infantil Colombiana
Si bien el panorama es vasto, existe un canon de autores que, por la calidad de su pluma y su impacto generacional, son considerados los pilares de nuestra literatura infantil.
Rafael Pombo: El Gran Patriarca de la literatura infantil colombiana
No se puede hablar de literatura infantil en Colombia sin empezar por él. En pleno siglo XIX, Rafael Pombo (1833-1912) hizo algo revolucionario: tradujo y adaptó las Nursery Rhymes anglosajonas, pero las inyectó con el humor, la picardía y el lenguaje bogotano de la época.
- Por qué es un maestro: Porque entendió que la poesía para niños debe tener música. Sus personajes no envejecen.
- Obras imprescindibles: Cuentos pintados y Cuentos morales. Personajes como Rin Rin Renacuajo, Simón el Bobito o La Pobre Viejecita son arquetipos de nuestra cultura.
Jairo Aníbal Niño: La poética de la ternura
Jairo Aníbal (1941-2010) fue quien mejor capturó la sensibilidad del niño enamorado y del estudiante soñador. Su obra sacralizó el espacio de la escuela y el barrio.
- Estilo: Sencillo, metafórico y profundamente emotivo.
- Obras imprescindibles: La alegría de querer (probablemente el poemario infantil más vendido en la historia del país) y Zoro, una novela de aventuras donde un niño viaja por la selva acompañado de un ave de cristal.
Ivar Da Coll: La imagen narrativa
Es nuestro máximo referente en el lenguaje visual. Ivar Da Coll ha sido nominado al Premio Hans Christian Andersen, el “Nobel” de la literatura infantil.
- Aporte: Creó a Chigüiro, un personaje silente que, sin decir una sola palabra escrita, narra aventuras universales ancladas en nuestra fauna.
- Obras imprescindibles: La saga de Chigüiro, Tengo Miedo, Hamamelis, Miosotis y el señor Sorpresa.
Gloria Cecilia Díaz: La profundidad psicológica
Radicada en Francia desde hace años, Gloria Cecilia trajo a nuestras letras una complejidad emocional inédita. Sus libros no temen abordar la tristeza, la soledad o la búsqueda de identidad.
- Obras imprescindibles: El valle de los cocuyos. Esta novela es una joya literaria que narra el viaje de Jerónimo, un niño que debe cruzar un país imaginario (muy parecido a Colombia) para descubrir quién es.
Yolanda Reyes: La voz urbana y contemporánea
Yolanda Reyes marcó un hito en los años 90 al darle voz a los niños de la ciudad, a la clase media, a los miedos escolares y a las nuevas estructuras familiares.
- Estilo: Realista, con un manejo magistral de la primera persona y una empatía desbordante hacia el mundo interior del niño y el adolescente.
- Obras imprescindibles: El terror de Sexto B (clásico moderno sobre la escuela) y Los años terribles.
Triunfo Arciniegas: El rey de la parodia
Triunfo es el maestro del humor y la intertextualidad. Su obra se caracteriza por tomar los cuentos clásicos de hadas y ponerlos “patas arriba”.
- Estilo: Irreverente, teatral y lúdico.
- Obras imprescindibles: Las batallas de Rosalino, La media perdida, Caperucita Roja y otras historias perversas.
Celso Román: La fantasía ecológica
Ganador del Premio Enka, Celso Román vinculó la literatura con la urgencia del cuidado ambiental, mezclando realismo mágico con defensa del territorio.
- Obras imprescindibles: Los amigos del hombre, una fábula hermosa sobre un perro, un caballo y un gallo que buscan un lugar en un mundo industrializado.
Subgéneros, formatos y estilos dentro de la literatura infantil colombiana
La diversidad de la LIC se manifiesta en la variedad de sus formatos. Ya no hablamos solo de texto corrido; hablamos de experiencias de lectura múltiples.
El Libro-Álbum
Colombia se ha convertido en una potencia regional en la creación de libros-álbum, un formato donde el texto y la imagen son interdependientes. Si se quita la imagen, el texto no se entiende, y viceversa. Ilustradores y autores como Dipacho, Claudia Rueda y Rafael Yockteng han llevado este género a ferias internacionales, demostrando que la narrativa visual colombiana es sofisticada y universal.
La Novela Juvenil
Es el subgénero de transición por excelencia. La novela juvenil colombiana ha evolucionado desde la aventura pura hacia el realismo social y psicológico. Temas como el primer amor, el divorcio de los padres, el descubrimiento de la sexualidad y la violencia urbana son tratados con altura literaria, respetando la inteligencia del lector adolescente.
Poesía para niños
Contrario a lo que sucede en otros mercados donde la poesía casi ha desaparecido, en Colombia sigue viva gracias a la herencia de Pombo y Jairo Aníbal Niño. Autores actuales como John Fitzgerald Torres mantienen la llama de la lírica, jugando con la sonoridad, el sinsentido y la metáfora visual.
Cuentos y fábulas
El formato breve sigue siendo el rey en las aulas. Sin embargo, la fábula moderna colombiana ha mutado. Ya no busca la moraleja explícita al final (ese “dedo índice” que regaña), sino que plantea situaciones éticas complejas a través de animales o seres fantásticos, permitiendo que sea el niño quien deduzca el sentido. El cuento corto contemporáneo es ágil, a menudo humorístico y con finales abiertos.

Panorama actual y tendencias: El boom de la literatura infantil colombiana contemporánea
Hoy vivimos lo que muchos críticos denominan una “Edad de Oro” de la LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) en Colombia. El sector ha madurado y presenta características distintivas:
Diversidad y Nuevas Voces
La literatura se está descentralizando. Ya no todo se produce desde Bogotá. Voces del Pacífico, de los Llanos y del Caribe están contando historias que incluyen cosmovisiones afro e indígenas, no como folclore, sino como narrativa contemporánea. Autores como Gerardo Meneses (desde el Huila) narran la provincia con maestría.
Editoriales Independientes: Los nuevos guardianes de la calidad
En la última década, han surgido editoriales independientes que apuestan por el libro como objeto de arte. Sellos como Babel Libros, Tragaluz Editores, Cataplum Libros y Rey Naranjo están produciendo libros con acabados impecables, papeles especiales y propuestas gráficas arriesgadas, compitiendo en calidad (y superando a menudo) a los grandes conglomerados.
Narrativas Transmedia
La literatura infantil actual dialoga con lo digital. Vemos libros que incluyen códigos QR para ampliar la experiencia sonora, realidad aumentada, o estructuras narrativas fragmentadas influenciadas por el lenguaje del cómic, el cine y las redes sociales.

Impacto cultural, educativo y social de la literatura infantil en Colombia
La literatura infantil en nuestro país ha trascendido el entretenimiento para convertirse en un dispositivo de transformación social y construcción de paz.
Literatura y Memoria del Conflicto
Este es, quizás, el fenómeno más singular y valioso de nuestra LIJ reciente. Ante la realidad del conflicto armado, los autores colombianos asumieron la responsabilidad de no ocultar la verdad a los niños, sino de encontrar las metáforas adecuadas para narrarla.
Obras como Los agujeros negros de Yolanda Reyes, El mordisco de la medianoche de Francisco Leal Quevedo o La luna en los almendros de Gerardo Meneses, abordan el desplazamiento, la ausencia y la guerra. Estos libros funcionan como herramientas de resiliencia, permitiendo que las nuevas generaciones procesen la historia del país y desarrollen empatía hacia las víctimas.
El rol de las Bibliotecas y Políticas Públicas
El Plan Nacional de Lectura y Escritura (PNLE) “Leer es mi Cuento” y la robusta Red Nacional de Bibliotecas Públicas han llevado estos libros a los rincones más apartados de la geografía nacional. En muchas zonas rurales de Colombia, el libro infantil es el principal acceso a la cultura y un refugio seguro para la comunidad.
Identidad y Territorio
Leer literatura colombiana fortalece la autoestima colectiva. Cuando un niño ve que su río, su montaña, su comida y su forma de hablar están plasmados en un libro, valida su existencia. La LIC actual celebra nuestra diversidad, enseñando a los niños que hay muchas formas de ser colombiano.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
¿Quién es considerado el padre de la literatura infantil en Colombia?
Indiscutiblemente, Rafael Pombo. Su trabajo en el siglo XIX sentó las bases del género, y sus cuentos siguen siendo los más leídos y recitados en el país más de un siglo después de su muerte.
¿Qué libros colombianos son recomendados para niños de 10 a 12 años?
Para esta edad (preadolescencia) se recomiendan obras como El terror de Sexto B de Yolanda Reyes, La luna en los almendros de Gerardo Meneses, Zoro de Jairo Aníbal Niño y El valle de los cocuyos de Gloria Cecilia Díaz.
¿Existen premios importantes de literatura infantil en Colombia?
Sí. El Premio Barco de Vapor (organizado por la Fundación SM y la Biblioteca Luis Ángel Arango) y el Premio Norma son referentes históricos. También destaca la Beca de Creación del Ministerio de Cultura.
¿Qué es Fundalectura y cuál es su función?
Fundalectura es una fundación privada sin ánimo de lucro que promueve la lectura en Colombia. Como sección nacional del IBBY, selecciona los mejores libros, capacita promotores de lectura y asesora políticas públicas. Su sello de “Libro Altamente Recomendado” es garantía de calidad.
Conclusión
La literatura infantil colombiana es un patrimonio vivo. Lejos de ser un género menor, ha demostrado ser un campo de experimentación artística y un pilar fundamental para la educación sentimental de la nación. Desde las rimas eternas de Pombo hasta los libros-álbum vanguardistas de hoy, nuestras letras ofrecen a los niños un refugio, un espejo y una ventana al mundo.
Leer a autores colombianos es un acto de afirmación cultural. Es regalarle a nuestros hijos, estudiantes y sobrinos la oportunidad de soñar en su propio idioma y de reconocerse en las páginas de un libro.
¿Te gustaría profundizar más en este universo? Te invitamos a visitar tu biblioteca pública más cercana, buscar las obras mencionadas y comenzar, hoy mismo, la aventura de leer a Colombia.
